A MI MADRE
¡Oh, cuan lejos están aquellos días
en que cantando alegre y placentera,
jugando con mi negra cabellera
en tu blando regazo me dormías!.
¡Con grato embeleso recogías
la palabra fugaz y pasajera
que, por ser de mis labios la primera
con natural orgullo repetías!.
Hoy que de la vejez en el quebranto,
mi barba se desata en blanco armiño,
y contemplo la vida sin encanto.
Al recordar tu celestial cariño,
de mis cansados ojos brota el llanto
porque, pensando en ti me siento niño.
Juan Miguel Aroca
septiembre 2010